El verano se despide poco a poco: los días son más cortos, las tardes huelen a despedida de sol, y en las tiendas empiezan a brillar las mochilas nuevas como si fueran un tesoro. La vuelta al cole está aquí.

Para quienes tienen 14, 15 o 16 años, puede sonar a nervios y emoción: volver a ver a los amigos, estrenar zapatillas, abrir un cuaderno y sentir el olor a páginas en blanco esperando historias. Para quienes ya pasamos de los 40, ese mismo olor es una cápsula del tiempo: nos recuerda los días de forrar libros con papel adhesivo (que nunca quedaba perfecto), de elegir el estuche con más compartimentos y de prometer que este año “sí íbamos a escribir bonito desde la primera página”.
 
 Y es que la vuelta al cole siempre fue, y sigue siendo, mucho más que un regreso a la rutina. Es un recordatorio de que cada septiembre podemos empezar de nuevo. Nuevos retos, nuevos amigos, nuevas oportunidades de aprender.
La vida está hecha de ciclos, y septiembre nos lo recuerda mejor que nadie: dejamos atrás un verano lleno de risas, de viajes o de siestas eternas, y abrimos la puerta a un capítulo nuevo, cargado de posibilidades.

 
 
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